Por Thomas Heinze
La Biblia nunca habla de un lugar adonde uno puede ir para ser purificado de su pecado. Más bien habla de una Persona a quien podemos acudir para ser purificados: Jesucristo. Dios nos dice que quienes rehusan confiar en Cristo para ser limpiados de sus pecados, son condenados: El que cree en él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Unico de Dios (Juan 3:18). Hay sólo dos posibilidades de elección: El que cree al Hijo vive de vida eterna; pero el que se niega a creer no conocerá la vida, siendo merecedor de la cólera de Dios (Juan 3:36; vea también Apocalipsis 20:15; Lucas 16:19-31, especialmente el versículo 26). Cualquiera que acepte a Cristo es salvado completamente: Ahora, pues, se acabó esta condenación para aquellos que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Al decir que no hay condenación, ciertamente elimina las llamas del purgatorio.
La Biblia nunca habla de un lugar adonde uno puede ir para ser purificado de su pecado. Más bien habla de una Persona a quien podemos acudir para ser purificados: Jesucristo. Dios nos dice que quienes rehusan confiar en Cristo para ser limpiados de sus pecados, son condenados: El que cree en él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Unico de Dios (Juan 3:18). Hay sólo dos posibilidades de elección: El que cree al Hijo vive de vida eterna; pero el que se niega a creer no conocerá la vida, siendo merecedor de la cólera de Dios (Juan 3:36; vea también Apocalipsis 20:15; Lucas 16:19-31, especialmente el versículo 26). Cualquiera que acepte a Cristo es salvado completamente: Ahora, pues, se acabó esta condenación para aquellos que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Al decir que no hay condenación, ciertamente elimina las llamas del purgatorio.
Otro pasaje que claramente excluye la idea del purgatorio es: No me acordaré más de sus errores ni de sus pecados (Hebreos 10:17). Si, como dice la Biblia, Dios no se acuerda de los pecados de quienes están en Cristo, entonces El no los castiga por esos pecados. De lo contrario, significaría que Cristo no pagó completamente por ellos, y que Dios el Padre todavía los recuerda (vea también Romanos 5:8-11; Hebreos 10:14-18; Salmos 103:12).
El que no cree que Cristo le ha salvado por completo, no ha confiado totalmente en Cristo para que lo salve. Es decir, no cree que el sacrificio de Cristo haya pagado por todos sus pecados, y piensa que él mismo debe pagar por algunos de ellos. Sin embargo, somos salvos cuando dejamos de confiar en lo que podemos hacer, y confiamos en Cristo para que nos salve.
La idea de que el sacrificio de Cristo no es suficiente para limpiarnos de todos nuestros pecados condenaría a un gran pecador -como el ladrón que fue crucificado al lado de Cristo- a sufrir por largo tiempo en el purgatorio, ¡o quizá por toda la eternidad en el infierno! Pero, no hay nada que no haya sido cubierto por la muerte de Cristo en la cruz. Cuando el ladrón puso su confianza en Cristo, éste le dijo: En verdad, te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:43).
Si existiera el purgatorio y la misa ayudara a la gente a salir de él, los ricos tendrían gran ventaja al poder pagar misas para acortar su sufrimiento. Los pobres, en cambio, dependerían de la misericordia de algún sacerdote que dijera ocasionalmente una misa gratis por ellos. Un ex-sacerdote escribió: "Si realmente creyéramos que la misa salvaría a la gente de las llamas del purgatorio, ¿haríamos que pagaran por ello? Yo salvaría aun a un perro si viera uno en un incendio, y ¡ni siquiera se me ocurriría pedir que me pagaran!"
Evidentemente el purgatorio fue una idea pagana. Virgilio, poeta latino pagano que vivió de 70-19 a.C., en sus escritos separó las almas de los muertos en tres diferentes lugares: Uno para los buenos, otro para los condenados, y un tercero donde los que no eran tan malos podían pagar por sus pecados. Puesto que la idea del purgatorio existió fuera de la iglesia antes de que se introdujera en la iglesia, es probable que fuera incluida por medio del contacto con paganos como Virgilio. En la iglesia hubo una gran intromisión de ideas no bíblicas alrededor del año 300 d.C., cuando el emperador romano Constantino aceptó muchos paganos como miembros de la iglesia.
En todo caso, la Biblia no menciona el purgatorio. Sin embargo, algunos tratan de hacer que la idea suene bíblica refiriéndose a 2 Macabeos 12:41-45, uno de los libros apócrifos escritos entre los períodos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Estos libros nunca fueron aceptados como parte del Antiguo Testamento hebreo, ni son citados en el Nuevo Testamento, pero están incluidos en la Biblia católica, aunque generalmente con una explicación de que pertenecen a una categoría de menor inspiración. Aparte de este pasaje en 2 Macabeos, la Iglesia Católica usa muy poco los apócrifos para apoyar una posición doctrinal.
Es importante notar que este pasaje en ningún momento habla del purgatorio, sino que en realidad condena la idolatría, particularmente la práctica de usar pequeñas imágenes en una cadena o collar. Después de una batalla se descubrió que algunos soldados hebreos llevaban estos objetos; cuando sus compañeros los vieron, se dieron cuenta de que habían muerto en el pecado de la idolatría. Ellos entonces aconsejaron que se orara por sus almas. La posición católica romana es que la oración por ellos habría sido innecesaria si hubieran estado en el cielo, e inútil si hubieran estado en el infierno; por tanto, debe haber otro lugar. La lógica parece buena, pero el resultado contradice la clara enseñanza de la Escritura inspirada. Ciertamente, es un argumento muy débil contradecir la Escritura inspirada con una respuesta filosófica, basada en una inferencia aparente de los libros apócrifos. La misma palabra "apócrifos", que proviene de la palabra griega que significa oculto, ha llegado a tener el significado de "falso" o "de dudosa paternidad literaria".
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