sábado, 6 de septiembre de 2008

La Masturbación a la luz de la Biblia

Por Ed Murphy

La inmundicia o impureza abarca no sólo la práctica de la homosexualidad, sino también aquella de la autoestimulación conocida igualmente como masturbación. El diccionario define la masturbación como la «estimulación de los órganos genitales hasta el orgasmo, llevada a cabo mediante contacto manual o corporal de otro tipo excluyendo el coito». Quizás esta u otra definición parecida contaría con la aceptación general de los médicos y los consejeros. Dicha práctica, por lo tanto, consistiría en producir el orgasmo por cualquier otro medio que no fuera la cópula sexual.

Hacia una definición práctica
Sin embargo, a mí esta definición amplia me causa problemas. Por eso prefiero el término más limitado de la «autoestimulación sexual», que enfatiza la propia gratificación, una forma de narcisismo. Se trata de una actividad sexual totalmente egoísta, llevada a cabo mediante la autoexcitación, hasta conseguir el orgasmo. También me gusta la palabra que emplea Norman L. Geisler: «autosexualidad».
La definición dada por el diccionario implicaría que casi todas las parejas casadas practican la masturbación en diferentes momentos de su vida marital, cuando el coito completo no es posible o aconsejable para uno de los cónyuges por distintas razones. También significaría que algunos matrimonios utilizan con regularidad la masturbación, particularmente aquellas mujeres que no pueden alcanzar el orgasmo sin un estímulo manual de su marido. A menudo, cuando se da esta situación ya hay suficiente trauma personal como para añadir la idea de que se está practicando la masturbación.
El sicólogo Earl D. Wilson reconoce esta realidad en el excelente capítulo sobre la masturbación de su libro Sexual Sanity [Sanidad sexual], una obra de gran utilidad. Wilson escribe: «Para algunas parejas, la masturbación es necesaria a fin de alcanzar el máximo ajuste sexual».

Cuando aconsejo a matrimonios que tienen esta clase de problema personal, jamás utilizo la palabra masturbación para referirme a lo que ellos hacen. Prefiero llamarlo «estimulación manual». A pesar de que vivimos en una era de supuesta liberación sexual, entre los cristianos sensibles todavía hay un sentido de vergüenza conectado con la palabra «masturbación». El amontonar vergüenza sobre un hombre o una mujer ya angustiados es injusto e imprudente.

La definición que hago de masturbación es, por lo tanto, la práctica de la autoestimulación hasta alcanzar el orgasmo por los medios que sean. El centro de atención se halla en esa estimulación. Es una forma de autoerotismo que conlleva la preocupación con los propios órganos sexuales y el orgasmo. La mayoría de los autores cristianos que he leído tienen una opinión en cierto modo más flexible de la autosexualidad que la mía. Sin embargo reconocen muchos de los peligros que entraña.

El silencio de la BibliaLa Biblia no dice nada en absoluto acerca de esta práctica. Earl Wilson comenta acertadamente:
La masturbación, como otros muchos temas de gran preocupación personal y social, no es ni condenada ni condonada en la Escritura. En realidad, no he podido encontrar ninguna declaración escritural directa acerca de ella. Los cristianos no siempre han sido sinceros en cuanto a este hecho y han tratado de dar la impresión de que sus opiniones sobre el tema estaban respaldadas por imperativos bíblicos. Este no es el caso.

Luego cita la interpretación tradicional católica de Génesis 38.810. Alcorn dice que a partir de dicho texto la masturbación comenzó a «llamarse onanismo por el supuesto hecho de un hombre llamado Onán». Sin embargo, un estudio de dicho pasaje no revela en absoluto ningún ejemplo de autosexualidad. Onán tuvo coito con la mujer del relato, pero al llegar al momento del orgasmo «vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano» (v. 9). Y sigue diciendo: «La cuestión fue la desobediencia de Onán al negarse a engendrar hijos para su difunto hermano, a lo cual estaba obligado por la ley y la lealtad familiar».

Una apelación a los principios bíblicosEn casos como este en los que la Biblia guarda silencio, deberíamos guiarnos por los amplios principios escriturales referentes al sexo. La sexualidad es un don de Dios, no sólo necesario para la procreación, sino también como acto particular por el cual el hombre y la mujer se convierten en «una sola carne» de la manera más significativa. El coito es una especie de matrimonio, dice Geisler:
Si se produce fuera de un compromiso de amor de por vida, es un «mal matrimonio»; de hecho constituye el pecado que la Biblia llama fornicación (cf. Gálatas 5.19; 1 Corintios 6.18). La primera referencia al matrimonio declara que el hombre y la mujer se convierten en «una sola carne» (Génesis 2.24), implicando que cuando dos cuerpos se unen hay matrimonio ... El coito inicia un «matrimonio». Si no se entra en el mismo con un compromiso de amor de por vida, entonces constituye una unión perversa, un acto de fornicación.
Geisler considera que la autosexualidad es en general mala y la masturbación pecaminosa: «(1) cuando su único motivo es el mero placer biológico; (2) si la persona permite que se convierta en un hábito compulsivo; y/o (3) cuando dicho hábito es el resultado de sentimientos inferiores y produce sentimientos de culpabilidad». Continúa el autor con una importante afirmación: «La masturbación es pecaminosa cuando se realiza en conexión con imágenes pornográficas, ya que Jesús dijo que la lujuria tiene que ver con los intereses del corazón» (Mateo 5.28).
Por último, escribe que la autosexualidad:[ ... ]puede ser correcta si se utiliza como un programa temporal y limitado de autocontrol a fin de evitar el pecado sexual antes del matrimonio. Si uno está comprometido a llevar una vida pura hasta el momento de casarse, puede ser permisible en ocasiones hacer uso de la autoestimulación sexual para aliviar la tensión. Siempre que no se convierta en un hábito o en un medio para satisfacer la lujuria personal, la masturbación no tiene por qué ser un acto inmoral (cf. 1 Corintios 7.5; 9.25) ... La masturbación utilizada con moderación, sin lascivia, con el propósito de conservar la propia pureza no es inmoral.

Problemas de la autosexualidadEstoy de acuerdo con las primeras afirmaciones de Geisler acerca de los tres casos en los que la autosexualidad es mala. Sin embargo, tengo problemas con su autorización (y la de otros autores) en cuanto a la misma como alivio para la lujuria. Primero, ¿debe convertirse la autosexualidad en un esposo o una esposa suplente? Como toda persona con un matrimonio feliz sabe, cuando se entra en una vida de profunda realización sexual con el ser amado, resulta aún más difícil cortarla de repente a causa de la enfermedad, la separación forzosa o la muerte.

En segundo lugar, ¿es la autosexualidad la única forma de evitar la lujuria? ¿No hay otras maneras mucho más en consonancia con las Escrituras y que no implican riesgo, como sucede con la masturbación, de convertirse en un hábito? Earl Wilson y Randy Alcorn, aunque por lo general coinciden con Geisler, hacen algunas observaciones importantes que dan equilibrio al tema que nos ocupa. Wilson defiende el énfasis bíblico en el autocontrol al decir que si la autosexualidad fuera el camino a seguir, el apóstol Pablo lo diría en su enseñanza sobre el autodominio sexual en 1 Corintios 7.89. ¿Por qué no expresa el apóstol que si alguien no puede controlar su instinto sexual se masturbe? Esto es lo que muchos autores parecen estar diciendo. Wilson comenta al respecto:
Hay una respuesta que parece evidente: la masturbación no es una forma de autocontrol, sino a menudo una falta del mismo. Las fantasías sexuales y la masturbación permiten a las personas entrar en una relación erótica con múltiples individuos, lo cual no parece compatible con la exhortación de Pablo a ejercer el dominio propio, como leíamos en 1 Corintios 6.1213 ... Nos engañamos a nosotros mismos cuando decimos que no podemos vivir sin la masturbación. Ese mismo aserto raya en la obsesión. Necesitamos reconocer que somos personas amantes del placer y que la masturbación es una forma de escoger el culto a éste antes que a Dios.

Wilson sigue diciendo que el segundo de los principales problemas en cuanto a la autosexualidad es su despersonalización, y cita el título del excelente capítulo de John White sobre el autoerotismo: «El sexo en una isla desierta». Su argumento completo contra la autosexualidad como un estilo de vida sexual legítimo, es que el sexo lo da Dios para contrarrestar la soledad humana («No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él», Génesis 2.18). La autosexualidad, en cambio, produce mayor soledad. Aquello que fue creado para unir de por vida a un hombre y una mujer, se utiliza erróneamente generando el peor tipo de soledad y aislamiento que pueda darse.
Tus deseos sexuales están asociados con una necesidad más profunda: que alguien comparta tu isla y termine con tu soledad ... La masturbación es estar solo en una isla. Frustra el mismo instinto que intenta gratificar.

Alcorn está de acuerdo con la línea general de pensamiento que siguen Wilson y White, y concluye su capítulo sobre la autosexualidad con dos asuntos importantes.El primero es que «la masturbación parece ser una parte natural del descubrimiento que el adolescente hace de sí mismo, particularmente los chicos». Y advierte a los padres cristianos que no deben alterarse si descubren a sus hijos adolescentes masturbándose; ni amenazarlos con que les producirá locura o algún tipo de desajuste físico o emocional posterior.
Y el segundo es que los individuos no deberían permitir que la autosexualidad se convirtiera en «el centro de su vida. Los sentimientos de culpabilidad, vergüenza y autoaborrecimiento, así como el resentimiento contra Dios por haber hecho del estímulo sexual una fuerza tan poderosa en la vida humana, pueden estropear la vida de un creyente», dice Alcorn.
Si hemos cometido pecado de autosexualidad, podemos ser perdonados. Si estamos atados a ese hábito, hay forma de salir de él. Como expresan todos los autores-consejeros mencionados: del mismo modo que uno elige masturbarse, puede también decidir dejar de hacerlo. Si la práctica es obsesiva y de mucho tiempo, tal vez el romper con ella implique una verdadera guerra espiritual; pero en Cristo podemos dejarla. Alcorn, Wilson y White sugieren algunos pasos sencillos que podemos dar a fin de obtener la victoria sobre este hábito potencialmente obsesivo.

Siete razones para resistir a la autosexualidad
Tengo otras razones que me hacen adoptar una posición firme en contra de la autosexualidad. No puedo aceptarla como «la válvula de escape de Dios para el instinto sexual incorporado», una expresión común entre los dirigentes cristianos con quienes he discutido este tema.

En primer lugar, no se trata de algo necesario. Como cualquier otro hombre también tengo un fuerte interés sexual; sin embargo no practico la autosexualidad

1 comentario:

franky dijo...

gracias por hablar de este tema. en lo que mas tienes razon es cuando dices QUE CADA UNO TOMA LAS DECISIONES esperando claro que sea la mejor