sábado, 6 de septiembre de 2008

Refutando el Código da Vinci


Por Juan Valles


¿Lo ha notado usted? Parece que resulta natural para el ser humano admitir que Dios no existe, o que Dios no es lo que pensamos que es, etc. Las diversas corrientes filosóficas o religiosas lanzan sus saetas intentando decirnos, aun contra la Biblia misma, cómo es Dios. Y pretenden hacernos creer que, sin importar el tiempo que haya pasado, la historia y la experiencia personal, estamos equivocados! Y en esta misma línea aparece el Código da Vinci, de Dan Brown. ¿No ha notado usted tanta promoción? ¿No ha visto cómo se ha vendido este libro? ¿Se dio cuenta de que esto se ha convertido en algo que pretende ser más que una simple novela? Yo no soy el único que escribe su punto de vista. Bastará con observar tanto énfasis en esta obra, tratada como un colosal descubrimiento digna de un film inmediato. Todos quieren leer tal libro; todos quieren ver la película. ¿Será que el ser humano está sediento de algo y busca donde no debe la respuesta a su inquietud? Puede ser…

Pero el Código da Vinci, a pesar de que lo tratan como novela, no pretende ser eso. La conexión entre hechos y datos históricos con la narración que le impregna el señor Brown hace que nos preguntemos si son verdad todas estas cosas. El incauto no sabrá reconocer dónde comienza la novela o donde termina la ficción. Pero es necesario que alguien hable en contra de algo que trata de desprestigiar a la Persona más importante que haya pisado nuestro planeta: Jesucristo.

Sobre la Deidad de Cristo
El Código nos cuenta que Jesús no es Dios. Dice que la creencia en la Deidad de Jesús es el resultado de la decisión de Constantino y sus obispos en el Concilio de Nicea allá por el 325 d.C. ¿Es cierto esto? No. El libro de Brown es muy poca cosa como para borrar la historia, y el Concilio de Nicea está lo suficientemente documentado. De hecho, el señor Brown dice textualmente:

“Durante ese encuentro se debatió y votó sobre muchos aspectos del cristianismo... y, por supuesto, la divinidad de Jesús... Hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal..., un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal... El hecho de que Jesús pasara a considerarse "el Hijo de Dios” se propuso y se votó en el Concilio de Nicea, y la votación fue muy ajustada por cierto…” (p. 290)

Pero nada más ridículo que eso. Cuando vamos a la Biblia, podemos observar primeramente lo que dijeron otros acerca de Jesús. Juan escribió en su evangelio: “En el principio era el Verbo; y el Verbo estaba con Dios; y el Verbo era Dios” (Jn 1:1). En una de sus cartas llegó a decir que Cristo es el Dios Verdadero (1Jn 5:20). Tomás le dijo a Cristo: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20:28). Cuando Jesús debatía con unos judíos, su declaración de que era Hijo de Dios era sinónimo de igualdad con Dios (Jn 5:17-23) Pablo le escribió a los romanos “y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén…” (Rom 9:5) A Tito le escribió: “…de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo” (Ti 2:13) A los filipenses afirmó que Jesús no tomó en cuenta ser Dios como algo a lo cual debía aferrarse, sino que se humilló al hacerse humano (Fil 2:6). La Biblia es muy explícita en sus doctrinas. Y creo que el señor Brown desconoce el terreno donde se ha metido. Pero no sólo eso: la Iglesia primitiva escribió acerca de Jesús, y no dejó de admitir que Jesucristo es Dios. Por ejemplo, Ireneo escribió:

“El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor; es Dios el Padre y lo es el Hijo, porque el que ha nacido de Dios es Dios. Así según la esencia de su ser y de su poder, hay un solo Dios; pero, al mismo tiempo, en la administración de la economía de nuestra redención, Dios aparece como Padre y como Hijo.”[1]

Y así como Ireneo, también escribió Eusebio, Policarpo, y muchos más. Decir que Cristo no era considerado “Dios” sino desde el Concilio de Nicea no puede sostenerse. Dios ha sellado la historia como un invencible testigo.

Si el lector es alguien interesado en la verdad, buscará en la historia. ¿Qué fue el Concilio de Nicea? El Concilio de Nicea se celebró para determinar y unificar criterios en cuanto a la Persona de Jesucristo. Fueron invitados 318 obispos de entre todo el imperio, hombres piadosos, la mayoría siervos sufrientes de la fe, los cuales tratarían el tema de la humanidad y divinidad de Jesús, su naturaleza. El Concilio duró siete semanas, y el resultado fue que de 318 obispos, 316 votaron a favor de la Deidad de Cristo. ¿Y qué ha dicho el Sr. Brown? Textualmente afirma: “… y la votación fue muy ajustada por cierto…” (p.290). Es digno de preguntarse: ¿qué quiere mostrar el señor Brown con estas cosas? Podemos entonces imaginar que, o está muy mal informado, o escribió estas cosas de manera malintencionadamente.

¿Se casó Jesús con María Magdalena?
No. Jesús nunca se casó. No hay evidencia ni en la Biblia ni ninguna otra fuente externa. Por más que el Código Da Vinci quiera presentar a Jesús como una persona casada, no puede sostenerlo. Pero sí hay mucho para refutarlo…

Hay un argumento de peso en las palabras del apóstol Pablo, quien dice que él también tiene derecho a tener una esposa como Pedro y los demás: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? (1Cor 9:5) Está claro que si Jesús hubiera estado casado, esta lista comenzara precisamente con Su nombre, pues el peso de Su autoridad daría mayor credibilidad a la queja del apóstol.

Por otro lado está la escena de la crucifixión. María Magdalena estaba presente. Si hubiera sido esposa de Jesús, ¿por qué no recibió ni una palabra de despedida? ¿Por qué no se registró una escena al menos de amistad en tan importante momento. El Señor sólo le habló a su madre y al apóstol Juan; incluso a un ladrón que estaba a su lado, pero a María Magdalena no le dirigió la palabra!

Por mucho que María Magdalena formara parte de los discípulos de Jesús, que le hubiera acompañado o escuchado, eso no prueba la magnitud de lo que el Código Da Vinci nos quiere hacer creer. Es más, María Magdalena no era la única mujer presente en el ministerio de Cristo, pues había otras más. Magdalena no viajaba sola con el grupo de hombres, sino que era una más entre ellas. Cristo no se casó. Es más, no hace ni falta refutarlo…

Pero, si quisiéramos contra toda razón, evidencia y lógica, y aun contra la historia misma, admitir que Cristo estuvo realmente casado, ¿cuál sería el problema? Tal acto no imposibilitaría la ejecución del Soberano plan de Dios. La redención sería igualmente efectuada, porque como dijo Pablo: “Mas también si te casas, no pecas” (1Cor 7:28). A esto mismo se refiere Darrell Bock, profesor de Estudios del Nuevo Testamento, cuando dice:

“Una de las creencias más básicas de la fe es que Jesús fue ciento por ciento humano. Así que, si Él hubiera estado casado y engendrado hijos, teóricamente hablando, su relación matrimonial y su paternidad no habrían socavado su divinidad sino que habrían sido un reflejo de su completa humanidad. Si Jesús estuvo casado, no había necesidad reencubrir el hecho.” [2]

Esto es cierto. Habría sido totalmente normal decir que Pedro y Juan comieron en casa de Jesús y que la esposa de Jesús les hubiera servido a la mesa. Imagine cuán normal sería que se nos enseñara que el Hijo de Jesús estuvo enfermo y Jesús le sanara enseñándonos con esto a orar por nuestros hijos. ¿No habría enseñanzas relacionadas con el deber conyugal? ¿No se nos diría como llevar una familia y un ministerio a la vez? ¿No sería la familia de Jesús el modelo a seguir por los cristianos? Eso no haría ningún daño a la fe; pero no es exactamente lo que se nos ha enseñado. Cristo no se casó. No hay fuente que lo señale explícitamente.


¿Qué de los evangelios gnósticos?
Otro de los elementos claves en el libro de Brown es que los cuatro evangelios que tenemos en la Biblia no son realmente tan genuinos como los evangelios gnósticos, así como la absurda idea de que el Nuevo Testamento que tenemos hoy día ha sido compilado por Constantino. ¿Qué sabe usted al respecto? El Código da Vinci dice en la página 288:

“...miles de seguidores de su tierra quisieron dejar constancia escrita de su vida... Jesús fue una figura histórica de inmensa influencia... para la elaboración del Nuevo Testamento se tuvieron en cuenta más de ochenta evangelios, pero sólo unos pocos acabaron incluyéndose, entre los que estaban los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan... La Biblia tal como la conocemos en nuestros días, fue supervisada por el emperador romano Constantino el Grande, que era pagano.”

El estudio de estos libros los refutará por sí solos. Uno de los requisitos para incluir o excluir un determinado documento del canon de la Biblia, era si era coherente con el resto de las Escrituras. Si el libro choca con las doctrinas bíblicas, es desechado automáticamente. Bock ilustra la diferencia entre los textos del Nuevo Testamento y los llamados “evangelios secretos” del gnosticismo:

“Lo que se representa en los evangelios secretos y otros textos relacionados es una expresión de cristianismo muy diferente de la que se presenta en los textos del Nuevo Testamento con los que estamos familiarizados.”[3]

Y agrega:

Los evangelios secretos no nos dicen mucho acerca de los siglos que pasaron después de Cristo, aparte de dejar en claro que contienen una teología distinta a la de los libros bíblicos… Estos evangelios, que se escribieron después de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, reclamaban tener acceso a una revelación de Dios que era independiente de los escritos cuya autoridad acataban muchos en la iglesia y eran considerados como el reflejo fidedigno de la tradición más histórica de la iglesia…
En todo esto, El Código Da Vinci es incapaz de demostrar que lo que lo sostiene es histórico…”[4]

El gnosticismo declara que la materia y el espíritu no pueden convivir, y de ahí pasaban a deducir que Cristo no era realmente humano. Las ideas filosóficas de este movimiento chocan con la verdad de Dios expuesta en las Escrituras. Wilton Nelson destaca:

“Era marcadamente sincretista, o sea, se alimentaba de cualquier pensamiento que le interesara. Por esta razón, cuando entró en contacto con el cristianismo naciente, adoptó en sus diversos sistemas muchas enseñanzas cristianas. Los cristianos se vieron obligados a demostrar que el uso que los gnósticos hacían de algunas enseñanzas cristianas en realidad eran opuestas al evangelio.” [5]

El Diccionario sobre religiones y sectas de la editorial Caribe, versión electrónica, nos dice que los gnósticos

“Insistían en la salvación mediante una sabiduría secreta o gnosis. Proclamaban el conocimiento superior basado especialmente en principios filosóficos, misterios de iniciación, ciertas doctrinas cristianas y elementos de magia. Su carácter ecléctico le permitió penetrar las comunidades cristianas de los primeros siglos.” [6]


Y el erudito William Barclay precisa en señalar que

“La doctrina básica del gnosticismo era que la materia es esencialmente mala, y el espíritu esencialmente bueno. De ahí pasaban los gnósticos a afirmar que Dios no podía tocar la matera y, por tanto, no había creado el mundo. Lo que sí hizo fue producir una serie de emanaciones, cada una de las cuales estaba más lejos de él, hasta que, por fin, hubo una que podía tocar la materia. Esa emanación fue la que creó el mundo… Los gnósticos afirmaban que cada emanación sabía menos de Dios que las anteriores, hasta que se llegaba a un nivel en que, no sólo eran ignorantes, sino hostiles a Dios. Así llegaban a la conclusión de que el dios creador era, no sólo diferente al Dios real, sino totalmente ignorante de Él y hostil a El.”[7]

Y finalmente destaca:

“Las creencias gnósticas destruían a la vez la divinidad real y la humanidad real de Jesús.” [8]

Por eso Juan dijo que el Verbo era Dios, y que creó todas las cosas; y más adelante subraya: “Y el Verbo se hizo carne.” Y Pablo ya había dicho muchos años antes que Cristo había creado todas las cosas para Él, y que Él era el dueño y Señor de Su creación, tanto de vivos como de muertos, haciendo que la creación misma funcione y subsista (Col 1:15-18). Las ideas de los gnósticos no pueden ser tomadas en cuenta. Aun desde la Biblia ya se estaba refutando las creencias de los gnósticos, ¿cómo pues incluirlas en el evangelio? La verdad no se sienta a la mesa con la mentira. Y es por eso que los denominados “Padres de la iglesia” escribieron contra el gnosticismo, dejando con esto un testimonio para la historia de que ya mucho antes del Concilio de Nicea eran criticadas y refutadas las ideas del gnosticismo. Por cosas como esas es que no pudieron ser tomados en cuenta los evangelios secretos. En un libro que relata la historia de los dogmas de la Iglesia, Louis Berkhof agrega algo a nuestro estudio:

“Ellos [los Padres de la Iglesia] consideraban que el error fundamental de los gnósticos estaba en separar al Dios verdadero del Creador, lo que calificaban como una concepción blasfema instigada por el diablo. Por lo que enfatizaron el hecho de que no hay sino un solo Dios, que es a la vez Creador y Redentor, que dio la Ley y también reveló el evangelio. Este Dios es uno y trino, una sola esencia que subsiste en tres personas.” [9]

Entonces queda al descubierto la pretensión del gnosticismo, y más aun la falsa enseñanza del Código Da Vinci. No es cierto pues que hay “otros libros” que sean necesarios para conocer a Jesús, ni mucho menos “otros evangelios”, documentos que nunca fueron tomados en cuenta para nuestra edificación o como regla de fe.

Tampoco es cierto que Constantino sea el responsable del canon del Nuevo testamento, porque ya desde hace más de dos siglos antes los mismos creyentes daban fe de que los cuatro evangelios eran los únicos aceptados como regla para la fe y edificación de la Iglesia, y así podemos leer a Ireneo que escribió: “No es posible que los evangelios puedan ser más o menos en número de los que hay. Porque, dado que hay cuatro las zonas del mundo en que vivimos, y cuatro vientos principales… porque los querubines también tenían cuatro caras, y sus caras eran figuras de la dispensación del Hijo de Dios.” [10] Y bastará con añadir que Ireneo no fue el único que escribió cosas como éstas…

Conclusión
Mucha gente ha prestado atención a la enorme campaña desplegada para promocionar el Código Da Vinci, y los temas tratados eran desconocidos para muchos. ¿Qué propósito puede existir detrás de todo esto? ¿No cree usted que Dios nos está inquietando? ¿No percibe que de algún modo el Señor del Cielo nos mueve a predicar? Propios y extraños están aprendiendo acerca de las ideas de Brown así como lo que está establecido históricamente. ¿Dios ha permitido esto en vano? No. Dios nos está provocando a celos para gritar la verdad. Si usted cree que esto llega hasta aquí está muy equivocado. Si cree que silenciaremos a Brown para quedarnos de brazos cruzados, lamento decirle que no es así. Después de Brown vendrán más engañadores, y vendrán incluso lobos vestidos de oveja. Vendrán nuevas doctrinas, vestidas de cristianismo, vestidas con ropaje de santidad, cubiertas de textos bíblicos, pero carentes de la verdad de Dios. No nos engañemos: Dios no quiere nuestra comodidad, pues ya nos hubiera sacado del mundo. De alguna manera Dios tiene que despertar al Gigante dormido, que es Su Iglesia.

Pueblo de Dios: la hora ha llegado; y ahora es cuando debemos alzar nuestra voz al mundo.

Ya basta de tanto silencio.





[1] Ireneo de Lión, Demostración de la Predicación Apostólica, 47
[2] Bock, Darle, Descubra los secretos del Código Da Vinci. Editorial Caribe. USA, 2004. pág. 29
[3] Ibid, 84
[4] Ibid, 134,135.
[5] Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.
[6] Ramos, Marcos Antonio, Nuevo Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas, (Nashville, TN / Miami, FL: Editorial Caribe Inc., Thomas Nelson, Inc.) 2000, c1998.
[7] Barclay, William, Comentario al Nuevo Testamento, Volumen 5 (Juan). Editorial Clie, 1995. Pág. 21,22
[8] Ibid, 23
[9] Berkhof, Luois, Historia de las Doctrinas Cristianas. El Estandarte de la Verdad. Traducido de la primera edición en Inglés que fue publicado en 1969. Pág. 81
[10] Ireneo de Lión, Contra las Herejías, 3.11.8. Citado en Bock, Descubra los secretos del Código Da Vinci, pág. 100.

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